Ursula K. Le Guin Primera Sudamericana Una mañana, en la casa del campo, Thelma, Rogelio, Jacinta y Jaime se pusieron a hablar sobre la ciudad en la que habían vivido cuando eran chicos. Se acordaban del viejo volquete en el callejón, y de su mamá, a la que seguían extrañando. Jaime y Jacinta, entonces, decidieron visitarla. Pero aunque pudieron seguir con su olfato el olor de los barrios bajos, no encontraron rastros de su viejo hogar; sólo una gatita feroz, muy feroz, muy pequeña y asustada, escondida en un depósito desierto. Una gatita con alas... alas como las de los cuatro hermanos... alas para volar, alejarse del peligro y buscar a la gran gata, la madre de todos ellos.